El bienestar de los niños es una de las mayores preocupaciones cuando una pareja se divorcia porque es un proceso que afecta a la salud de los pequeños, tanto a nivel físico como psicoemocional.

Un estudio realizado por las universidades gallegas de Vigo, A Coruña y Santiago de Compostela, plasma cómo los hijos de padres separados tienen prácticamente el doble de riesgo de desarrollar patologías de tipo genitourinario, gastrointestinal y dermatológico, así como problemas neurológicos y conductuales, que los niños que viven en familias nucleares.

Según el investigador José María Martinón, esto no es por el divorcio en cuestión, sino por un manejo inadecuado de la ruptura. Es decir, la separación afecta de manera negativa cuando hay altos niveles de conflicto, falta de cooperación de uno de los progenitores, o la violencia dentro de la familia. Esto se denomina estrés tóxico y es la principal causa de los problemas físicos referidos. Ser consciente de esto es fundamental para que las instituciones puedan centrarse en dar un soporte soporte emocional, logístico o legal, con el objetivo de reducir así el estrés tóxico.

Existen programas de información y de apoyo a la separación organizados por los propios tribunales de familia, los cuales, incluso, son de obligado cumplimiento cuando los padres inician los trámites de divorcio, solicitan la custodia, o exigen el derecho de visita.